LIBRO I
CAPITULO XIV.
CÓMO CON VERTIRSE EN EL DUEÑO DE UN TESORO POSEIDO POR ESPIRITUS
ESTANDO la tierra habitada, como lo he dicho antes, por un gran número de seres celestiales y espíritus, quiénes por su sutileza y previsión conocen los lugares donde se ocultan tesoros, y viendo que con frecuencia sucede que los hombres que buscan estos tesoros son molestados y en ocasiones muertos por dichos espíritus, llamados Gnomos, quienes sin embargo, no lo hacen por avaricia, ya que un espíritu es incapaz de poseer algo por no tener sentidos materiales para utilizarlo, sino que lo hacen por ser enemigos de las pasiones, y, por lo mismo, igualmente de la avaricia a la que los hombres se encuentran tan inclinados, y previendo los fines malignos para los que serán usados estos tesoros, tienen interés en mantener la tierra en su condición y valor por ellos, sus habitantes; y cuando
molestan ligeramente a los que buscan los tesoros es para prevenirlos de que cesen en su intento, y si sucede que la avaricia impertinente de dichos buscadores los obligue a continuar, sin hacer caso de las advertencias, los espíritus, irritados por el desprecio de las mismas, frecuentemente matan a los hombres. Pero sabe, oh hijo mío, que desde el momento que tengas la buena fortuna de estar familiarizado con tales espíritus, y que puedas, por medio de lo que te he enseñado, subyugarlos a tus órdenes, estarán felices de darte y hacerte partícipe de lo que inútilmente poseen, a condición de que hagas un buen uso de ello.
Un domingo, antes de salir el Sol, entre el 10 de julio y el 20 de agosto, cuando la Luna se encuentre en el signo del León, debes ir a un lugar donde sepas, ya sea por interrogación de las inteligencias o por otro medio, que hay un tesoro; ahí debes pintar un círculo de tamaño suficiente con la espada del Arte Mágico, dentro del cual abrirás la tierra en la forma en que la naturaleza del terreno lo permita; tres veces durante el día debes incensario con el incienso propio del día, después de lo cual, vistiendo con la vestimenta propia para la operación, debes suspender de algún modo, por un mecanismo, muy cerca sobre la abertura, una lámpara, cuyo aceite debe estar mezclado con la grasa de un hombre que haya muerto durante el mes de julio, y la mecha debe estar hecha de la tela con la que fue amortajado.
Habiéndola encendido con fuego nuevo, debes fortificar a los trabajadores o excavadores con un cinturón hecho de piel de un cabrito recientemente matado, donde estarán escritas con la sangre del hombre del que se toma la grasa, estas palabras y caracteres (ver figura 10) y debes ponerlos a trabajar con seguridad, previniéndolos de no perturbarse con los espectros que vean, sino que continúen con valor. En caso de que no puedan terminar el trabajo en un solo día, cada vez que tengan que dejarlo debes decirles que cubran con madera la abertura y que echen sobre ella unas seis pulgadas de tierra, y así continuarás hasta el final, estando todo el tiempo vestido con la túnica del Arte y con la espada mágica durante la operación. Después de la cual debes repetir esta ORACIÓN
Adonai, Elohim, El, Eheieh Asher Eheieh, Príncipe de Príncipes, Existencia de Existencias, ten misericordia de mí, y pon tus ojos sobre tu siervo que te invoca devotamente y te suplica por el santo y tremendo nombre Tetragrammaton, que seas propicio y ordenes a tus ángeles y espíritus para que vengan y tomen su sitio en este lugar. Oh ángeles y espíritus de las estrellas, oh ángeles y espíritus elementales, oh, todos ustedes, espíritus presentes ante el rostro de Dios, yo, el ministro y fiel siervo del Altísimo, los conjuro a que vengan y estén presentes en esta operación, que el mismo Dios, la Existencia de Existencias, los conjure. Yo, el siervo de Dios, humildemente los solicito. Amén.
Habiendo hecho que los trabajadores rellenen el hoyo, debes licenciar a los espíritus para que partan, dándoles las gracias por el favor dispensado, diciendo: LICENCIA DE PARTIDA
Oh espíritus buenos y felices, les damos las gracias por los beneficios que hemos recibido de su bondad! Vayan en paz para gobernar el elemento que Dios ha destinado para su residencia. Amén.